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BX 805 696 1873

ALOCUCION PRONUNCIADA POR NUESTRO SANTO PADRE PIO IX EN EL CONSISTORIO HABIDO EL DIA 23 DE DICIEMBRE DE 1872.

Dios justo y misericordioso, de quien son insondables los juicios é impenetrables los caminos, tiene aun á esta Silla Apostólica, y con ella á toda la Iglesia, entregada á una larga y cruel persecucion. La grave situacion en que se nos colocó á Nos y á vosotros, Venerables Hermanos, despues que se ocuparon nuestras provincias, y especialmente despues de ser sustraida á nuestro paternal gobierno esta gloriosa ciudad; esa situacion, repito, lejos de cambiar, se ha agravado de dia en dia.

La esperiencia ha confirmado con su testimonio la verdad de lo que Nos hemos dicho en repetidas ocasiones, en nuestras Alocuciones y Letras Apostólicas desde el principio de esta persecucion, debida á las maniobras tenebrosas de las sectas, y verificada por sus prosélitos, que tienen en sus manos la gestion de los negocios públicos; la esperiencia prueba que la única razon tenida para atacar nuestro poder temporal ha sido el abrir un camino para destruir, si fuese posible, la dominacion espiritual, dada por privilegio á los sucesores de San Pedro, y aniquilar la Iglesia católica y el nombre mismo de Jesucristo, que en ella vive y reina.

De dia en dia aparece más evidente esta verdad, por los actos hostiles del gobierno subalpino, pero especialmente por esas leyes inicuas en cuya virtud los jóvenes levitas son arrancados de los altares, y, privados de toda inmunidad, obligados á tomar las armas, y por esas otras, dignas de igual censura, que despojan violentamente a los Obispos del derecho de educar á la juventud, cerrando arbitrariamente sus Seminarios en algunas provincias. Esto no es bastante; una nueva prueba, evidentísima, de las intenciones de este gobierno, acaba de proporcionarnos en los presentes dias. En efecto: en esta ciudad, que es nuestra, despues de haber arrojado de sus retiros, ante nuestros propios ojos, á varias familias religiosas; despues de haber hecho pesar sobre los bienes de la Iglesia grandes tributos, y sujetado los eclesiásticos á la jurisdiccion de las autoridades civiles, dicho gobierno acaba de presentar al llamado Parlamento una ley semejante á las que han sido ya puestas en vigor en las demas provincias de Italia, no obstante nuestras reclamaciones y condenaciones formales; ley que tiende á destruir las corporaciones religiosas aun aquí, en el centro de la fe católica, y á apoderarse de sus bienes para ponerlos á pública subasta.

Esta ley, si tal nombre puede darse á disposiciones que repugnan al derecho natural, civil y social, será en sus consecuencias más inicua aun y más funesta para Roma y su territorio que para los demas puntos. Aquí, más que en otra parte, hiere profunda y cruelmente los derechos y posesiones de la Iglesia universal; amenaza la fuente misma de la verdadera cultura social, destruyendo lo que las familias reli

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